Se trata de dos murales con la técnica de esgrafiado, que se encuentran ubicados en la escuela rural de la localidad de Ciruelos.
Marcelo Carpita, reconocido docente de muralismo y arte público latinoamericano, ofreció el taller “Técnica de Esgrafiado” en la escuela rural de la localidad de Ciruelos, en la comuna de Pichilemu, dejando como resultado obras de gran valor patrimonial y cultural.
Se trata de dos murales de altísima calidad, resultado de este taller de corte internacional impulsado por la Dirección de Cultura, Patrimonio y Extensión de la Universidad Estatal de O’Higgins (UOH), en el marco del proyecto URO 2193 “Red Cultural y Científica para la Región de O’Higgins”, que es financiado por el Ministerio de Educación a través del Aporte para el Desarrollo de Actividades de Interés Nacional.
El fruto de este taller ahora se expresa en dos murales esgrafiados que describen la identidad de la Escuela Ciruelos, ubicada a 12 kilómetros de la capital de la Provincia de Cardenal Caro, siendo el colegio más antiguo de la comuna, que alberga, además, al Museo del Niño Rural, creado por iniciativa de su actual director Carlos Leyton.
El taller “Técnica de Esgrafiado” fue guiado por el maestro del muralismo y arte público latinoamericano, Marcelo Carpita, y desarrollado por un grupo de muralistas, artistas y docentes en artes plásticas de la Región de O’Higgins. La instancia se desarrolló durante una semana, en medio de una intensa residencia artística en conjunto con la comunidad local. Gracias al trabajo, se logró plasmar en los muros de esta escuela su sello artístico, el reconocimiento de su patrimonio, la cultura de su localidad y su relación con el medio ambiente.
Un fruto colectivo
Este taller, impartido por este muralista argentino con más de 30 años de trayectoria, se centró en la técnica del esgrafiado, basada en un trabajo con mezclas al fresco, “con revoques coloreados, donde se incorporan diferentes revestimientos, a los que se les hacen incisiones, que dejan ver los contrastes en las capas inferiores, dando lugar a una obra de texturas superpuestas en un todo”. Así lo expresó el mismo Marcelo Carpita, complacido por el fruto dejado después de la intensa semana.
“Resultaron dos obras de revoques y esgrafiados que recogen la historia de Ciruelos, su cultura y su convivencia, así como un poco de su naturaleza. Todo dentro de una relación simbólica y figurativa”, expresó Carpita, no sin antes valorar el trabajo del destacado muralista de Pichilemu, Raaul Cancino, así como los vínculos de fraternidad que surgieron entre los catorce talleristas y demás estudiantes de la Escuela Ciruelos y del Liceo Agustín Ross Edwards, quienes también dieron su aporte para dejar esta huella en la localidad.
Identidad y patrimonio
Entre tanto, el Director de la Escuela Ciruelos, Carlos Leyton, en nombre de todo su alumnado y demás miembros de esta escuela rural, reconoció la entrega y compromiso de cada tallerista y del profesor Marcelo Carpita, para la elaboración de estos murales, al tiempo de destacar la gestión cultural de la Universidad de O’Higgins, por haber impulsado esta actividad de formación que, al final, cobró forma y textura, derivando en valiosas obras patrimoniales. “Fue un taller, cuyo resultado terminó por expresar la identidad de nuestra escuela, dándole una impronta patrimonial, y un sello que define a este colegio, a su historia y su relación con el medio ambiente”, expresó.
Trabajo en equipo
Por su parte, la muralista y autodidacta, Paulina Tapia, quien se considera “una obrera del arte”, se refirió al taller, como un conjunto de conocimientos que se mezclaron con técnicas de la albañilería, así como con elementos del arte urbano.
“Es un trabajo arduo, donde la mente se cansa, pero el cuerpo se activa con la participación grupal en cada proceso de aprendizaje, donde hay que poner el cuerpo, el alma y el corazón”. Palabras que comparte el grafitero Sebastián Castillo, al destacar que el aprendizaje en este taller se encaminó con un sentido colaborativo que fortaleció las relaciones del grupo. “Se requirieron de varias manos para cernir la arena, preparar la mezcla y separar las capas, para así poder levantar estas dos obras entre todos”, indicó Castillo.
Por otro lado, la muralista con cuatro años en Pichilemu, y oriunda de Argentina, María Lavalle, se mostró “encantada con la magia del taller”, donde no solo ganó aprendizaje, con esta primera experiencia en esgrafiado, sino que pasó a unirse al equipo que conforma la incipiente Red Regional de Muralismo y Arte Público, apoyada por la Dirección de Cultura, Patrimonio y Extensión de la UOH, y liderada por Rauul Cancino y el valioso equipo que lo acompaña. Justamente para Cancino, esta red tiene como objetivo “promover puntos en común que articule una organización potente, canalizadora de las distintas voces territoriales, que genere instancias socializadoras, que se plantee terminar con la lógica de la competencia e instaurar un modelo de carácter solidario y conectado directo a las comunidades”.
Alcance cultural
El profesor rancagüino de artes plásticas, Carlos Muñoz, destacó que estos espacios de participación generados por la Universidad de O’Higgins, sirven para impulsar nuevos conocimientos y perfeccionamiento en técnicas artísticas específicas, así como la posibilidad de ser transmitidas a estudiantes de distintos niveles, más aún cuando este tipo de talleres, arrojan resultados que se traducen en obras de gran relevancia cultural.
Mientras que para el pintor de Pichilemu, Camilo Ruiz Alviña, los murales que nacieron de esta experiencia colectiva de creación artística, ya forman parte del acervo cultural de Ciruelos, contribuyendo con el impulso del turismo de la localidad, siendo Pichilemu una de las comunas de Chile más visitadas por nacionales y extranjeros. Representa, sin duda, una huella artística, cultural y patrimonial para la toda la Región de O’Higgins, destacó el pintor.